viernes, 25 de junio de 2010

Una semana de pesadilla

Aquí estoy con malas noticias. Como os cuento en el título de este post, llevo una semana de pesadilla. El fin de semana pasado estuve en Vila-real. Fue un viaje relámpago, fuimos el viernes y volvimos en domingo. Ya intuía que me iba a pasar factura, por eso no quise escribir una nueva entrada de blog hasta venir del viaje. Lo que no pensaba es que se unirían varios factores y estos días serían un horror.

Hoy es viernes y es el primer día que vislumbro un rayito de esperanza, al menos estoy despejada y parece que el dolor quiere ser "suave", ahora tengo un 7 como mucho en mi conocido medidor de dolor. Estos días he llegado a 12 en una escala de 10. Qué horror! Toda la semana en casa sin poder salir ni siquiera al portal porque el malestar era tan fuerte que hasta moverme por casa hacía que se me pusiera muy mal cuerpo y me entraran ganas de vomitar. Ayer iba tan empastillada que el relajante que me tomé por la noche me dejó literalmente KO. No lo recuerdo muy bien pero creo que Txabi me levantó del sillón y me llevó hasta la cama.

Echo la vista atrás y veo esta semana como una mala película de terror de tercera. A penas tengo consciencia que han pasado 5 días. Todos desperdiciados, todos tirados a la basura, dolorosos, caóticos, irreales. Me veo hace dos días llorando desesperada pidiendo clemencia a un Dios que ni sé si creo en Él. Todo muy teatral si me apuráis, todo muy dramático pero es que estos días, el dramatismo se ha adueñado de mi vida.

Me gustaría haber descrito estos días de un modo menos crudo pero si me propuse este blog fue para explicar de manera sincera y fiel mi día a día con esta puta enfermedad.

Al menos hoy veo la luz, creo (sin asegurarlo 100%) que está desapareciendo el dolor horroroso que nubla mi vista y el mundo empieza a estar despejado. Al menos necesito pensar así y ser positiva porque creedme si os digo que, de lo contrario, sólo quedaría taparme la nariz y lanzarme con los ojos cerrado a un pozo repleto de depresión y oscuridad. Y me niego. Ya estuve allí, le regalé unos años preciosos de mi vida, me rompí todas las uñas escalando las paredes para salir de él y no pienso volver.

Dolor: sí, abatida: a ratos, depresión: cero, positivismo: TODO.

lunes, 7 de junio de 2010

No hay mal que por bien no venga

Hola a todos,

Os cuento que sigo más o menos igual. Tengo ratos malos, alguno muy malo pero se me pasa en el mismo día y para mí es alucinante. Desde hace algo más de un mes que no se me coge el dolor horroroso durante varios días seguidos y eso hace que mi vida sea vivible.

Ya que afortunadamente no tengo mucho que decir, aprovecho para contaros cómo me sentía antes de saber lo que me pasaba. El no poder nombrar esta enfermedad porque no sabía que la tenía, me hacía vivir mal y con temores de tener algo más grave. No es que esto no lo sea, pero al menos sé que no voy a morir de fibromialgia.

Me producía mucha angustia ver que tenía dolores que otras personas con mi edad e incluso mayores no tenían. Además de mi sentimiento de culpa, de mi mal considerada pereza (como me dijo una amiga debido a la falta de confianza en mí misma, lo admito) y de mis achaques, se añadía el hecho de estar continuamente notando síntomas nuevos sin saber a qué se debían. Pensaba que en cualquier momento, en cualquier lugar, podría sufrir un desmayo o algo peor porque claro, no controlaba lo que me ocurría y como podréis imaginar eso creaba en mi mucha ansiedad. Me recluté en casa, me atemorizaba salir fuera porque nunca sabía que podría pasarme, llegué a tener agorafobia (miedo a los espacios abiertos) y creedme si os digo que con una niña a la que criar y sin poder dejar de trabajar, pasé una época horrible. Echo la vista atrás y todavía no entiendo como he podido superarlo. Por supuesto el hecho de mi gente arrimando el hombro, sobre todo mi madre y Txabi, me ha ayudado mucho.

Ahora soy una mujer nueva. Los ratos chungos los paso en casa pero en cuanto veo que se me pasa un poco salgo a la calle. Controlo lo que tengo y eso me da seguridad. He descubierto que soy independiente, que puedo pasear tranquila por la calle sin sentir ansiedad, puedo mirar tiendas sin obligar al pobre Txabi a sufrir ese calvario (y de paso me ahorro su cara de: “No digo nada pero, ya terminas?”), voy con Carla a hacer recados y un sinfín de actividades que antes no “podía” realizar. Ahora aprecio muchísimo ser capaz de ello. Seguro que si alguien ha pasado por algo así, comprenderá lo que digo.

Como veréis estoy bastante positiva. Me entristezco un poco si pienso en el deterioro físico que he sufrido en el último año. A penas puedo subir escaleras ni en los días buenos. Parezco una anciana cuando subo y bajo bordillos ya que la mayoría de veces voy apoyándome en las farolas. Mi madre cuando está en Bilbao es la que me ayuda a subir o bajar del autobús en lugar de ayudarla yo a ella. ¿Qué queréis que os diga? Pues no es agradable verme así pero en fin, eso son cosas con las que estoy aprendiendo a vivir y también son cosas que me están haciendo muy fuerte, ayudando a mi carácter y dándome confianza a mí misma.

Al final va a ser cierto el refrán: “No hay mal que por bien no venga”